Este autor norteamericano nos habla sobre la defensa en juicio, la que puede ser la especialidad que primero atrae hacia la profesión del derecho. Quizá, el símbolo más visible y duradero del sistema legal, el juicio es también uno de los más importantes. A través de los juicios, los litigantes y sus abogados convierten en remedios concretos los derechos abstractos concebidos por las legislaturas y los tribunales.
Gran parte de la literatura tradicional acerca de la defensa en juicio puede inducir a repensar la capacidad para actuar como abogados en el juicio. Algunos sugieren que los abogados litigantes organizan y estructuran un caso, del mismo modo que los grandes dramaturgos organizan una pieza. Además, a menudo se afirma que la defensa en juicio es un “arte”, una habilidad intuitiva, la cual se puede describir solo mediante máximas e ilustraciones.
Hasta cierto punto, la literatura tradicional enfoca bien la cuestión. Los juicios son la consecuencia de los conflictos, y estos, a menudo, determinan cierto grado de drama. Por muy exhaustiva que sea la preparación, siempre se debe realizar en mitad del curso maniobras basadas en factores como las respuestas imprevistas de los testigos, las observaciones de los jueces y las miradas de los jurados.
Sin embargo, la importancia atribuida a los aspectos teatrales y al instinto, no caracteriza con justicia lo que suele suceder en el juicio, y contribuye poco a facilitar la preparación. La entrelínea teatral de las disputas en los casos típicos está subsumida, tanto por las normas de la evidencia, como por los amplios detalles que las partes suelen ofrecer en un esfuerzo por demostrar las teorías legales.
Gran parte del “arte” de defensa en juicio consiste en técnicas que pueden aprenderse del mismo modo que se aprendió aritmética y la “Regla Contra las Perpetuidades” –en fin– aritmética. Conocer y utilizar esas técnicas suministrará una base sólida para formular decisiones intuitivas. Si es necesario que haya dramatismo, este surgirá generalmente a través de la evidencia misma, sin que sea necesario que se ejerza demasiada presión