Con sabia dignidad, estos heraldos han extraído sensibilidad poética de los amargos jugos de la tragedia personal, familiar, y profesional, que implica verse forzados, de la noche a la mañana, a la fuga heroica, por trochas y senderos incultos, para salvar, a lo lejos, como Moisés en el Sinaí, las Tablas de una justicia convertida, en tanto, de este lado, en nugatorio adefesio del horror, en bandera de la barbarie decretada.
Libertad en cuatro voces, así han titulado este texto antológico, escrito con pulcra pasión venezolana, honesto sentido del deber y aguda identificación con los reclamos históricos de una nación que, una vez llegado el momento, que llegará, no se ponga en duda, de buena gana procederá a devolverles, sin falta ni tardanza, en las esplendentes fiestas de una democracia recobrada, el sillón, la toga y la autoridad que les corresponde.
No tanto por pasado, por tradición, que ya es mucho decir, sino por fuerza de nuestra propia subsistencia, material y espiritual, como pueblo que se precia de tal, en adelante la dura lección padecida y sus rigores nos harán memoriosos. Se han fijado marcas sobre los perversos atajos del terreno, para no repetirlos. Habremos ganado en mesura. En discreción. Seremos ciudadanos más avisados. Aprenderemos a valorar y a distinguir entre las piedras preciosas y el abrojo. La decencia y la superación individual dejarán de estar prohibidas. El mérito rescatará sus ingenuos brillos. La mentira y el odio sufrirán la unánime excomunión social. Abrazaremos los valores que enaltecen y elevan a la persona humana. Por eso, el sacrificio ejemplar de tantos, nuestros magistrados verdaderos entre ellos, no habrá sido, ni podrá ser, en vano.
Poeta José Ángel Ocanto